¿Puede la ganadería sostener su eficiencia en un contexto donde el Índice Temperatura-Humedad (THI) supera de forma recurrente los rangos de termoneutralidad? Cuando el THI aumenta, la ingesta voluntaria cae, la metanogénesis se vuelve una pérdida energética estructural, y la calidad del forraje disminuye por mayor lignificación. En sistemas extensivos, esto ya se traduce en ganancias promedio cercanas a 300 g/día, con animales que alcanzan peso de faena recién a los 3–4 años, pese a que fisiológicamente podrían lograrlo entre los 18–24 meses. A esto se suma una condición crítica: la falta de conservación de forrajes en épocas de abundancia, profundizando los déficits productivos durante sequías.

En diálogo con el Dr. Alexander Navas, analizamos cómo los sistemas silvopastoriles están emergiendo como un pilar fundamental de adaptación climática: reducción térmica de 3–5 °C bajo copa, incremento de proteína en la pradera por fijación biológica de nitrógeno, mayor eficiencia de ciclado de nutrientes vía escarabajos estercoleros (en ausencia de ivermectinas), y estabilización fisiológica que reduce pérdidas energéticas asociadas al estrés calórico.

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