Hoy te invito a sumergirte conmigo en el corazón del pensamiento de Agustín de Hipona, también conocido como el Doctor de la Gracia. Su vida, sus luchas, sus descubrimientos en la Palabra y sus enseñanzas han dejado una huella tan profunda, que aún hoy seguimos discutiendo, reformulando y aprendiendo

¿Alguna vez te has detenido a pensar en esta preguntafundamental?
¿Quién tiene la última palabra en la salvación: Dios… o el hombre?

Hoy comenzamos una serie que busca abrir el corazón y la mente a una exploración profunda sobre cómo entendemos la salvación. Nos enfocaremos en lo que se conoce como arminianismo, una perspectiva teológica que ha generado importantes debates dentro del cristianismo histórico.

La Biblia enseña que existe un plan ( o propósito ) de Dios para la salvación de la humanidad. Un plan presupone : 1) la elección divina de un fin u objetivo definido; 2) la elección divina de los medios apropiados; y 3 ) la aplicación y el control efectivos de dichos medios por parte de Dios para el logro de su glorioso fin . Si la Biblia enseña que existe un plan, entonces es ciertamente importante que los seres humanos conozcan cuál es ese plan y cómo se aplica a ellos para la gloria de Dios.

¿Puede el ser humano, en su estado actual, hacer el bienespiritual por sí mismo?

Algunos dirán: "¡Por supuesto! El hombre tiene razón,voluntad, conciencia… si tan solo se esforzara, podría obrar bien." Y suena lógico, ¿no? Pero, detente un momento. Si esto fuera verdad, ¿por qué la Biblia nos dice que nadie busca a Dios por sí mismo?

Los efectos del pecado de Adán sobre su posteridad se declaran en la Confesión de Westminster como:1) La culpa de su primer pecado. 2) La pérdida de la justiciaoriginal. 3) La corrupción de toda nuestra naturaleza, que (es decir, corrupción), comúnmente se llama pecado original. Esta corrupción inherente en la que nacen todos los hombres desde la caída, se llama apropiadamente pecado original.

“ Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria deDios ” ( Rom . 3:23 ).

Si en un hombre entró el pecado, en otro vino la salvación. Cristo cumplió lo que Adán no pudo. En Él, la maldición se convierte en redención, y la condenación en esperanza.