Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda Podcast Por Juan David Betancur Fernandez capa

Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda

Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda

De: Juan David Betancur Fernandez
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Sobre este título

Este podcast está dedicado a los cuentos, mitos y leyendas del mundo.© 2025 Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda Ciências Sociais Literatura e Ficção Mundo
Episódios
  • 716. La sabiduría
    Nov 22 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
    elnarradororal@gmail.com

    Había una vez un pueblo En la Edad Media donde vivía un un joven caballero llamado Rodrigo, . Rodrigo había crecido con el profundo deseo de ser rico y famoso. Su ambición lo llevó a aceptar el reto más peligroso que había en toda la comarca. Se decía que en el bosque de las sombras había un tesoro oculto que nadie había podido obtener. El tesoro , según las leyendas, estaba custodiado por el mismo Diablo.

    Pero Rodrigo se consideraba así mismo valiente, sagaz e inteligente. Antes de partir, Rodrigo se cruzó con un anciano harapiento en la plaza misma de su pueblo. El viejo, con ojos que parecían haber visto siglos, le dijo al verlo pasar.

    —Muchacho. Si buscas el tesoro, escucha mi consejo: no todo lo que brilla es oro, y no todo lo oscuro es peligroso.

    Rodrigo, altivo, respondió:

    —Viejo, yo no temo ni a hombres ni a demonios. Mi espada y mi fe me bastan. Así que bien puedes ahorrarte tus palabras.

    El anciano sonrió con una calma inquietante y vio como el muchacho continuo su camino sin ningún gesto de cortesía hacia el. .

    Rodrigo siguió el camino del bosque y al llegar a el se interno con la espada en su mano.. Tras horas de caminar en la semi oscuridad que el bosque ofrecía, llegó a una encrucijada: Frente a el había un sendero iluminado y otro cubierto de niebla. Después de mirar ambos caminos por algunos minutos y olvidando el consejo de aquel viejo en el pueblo, Rodrigo Eligió el camino soleado, donde halló un cofre dorado resplandeciente y otro de madera rustica casi a punto de desbaratarse. Encantado por la apariencia de aquel cofre brillante de color del sol, decidio abrilo. De pronto del cobre salieron lenguas de fuego que lo alcanzaron y lo lanzaron al suelo. Después de algunos minutos se pudo incorporar y vio como el otro cofre había desaparecido y como detrás de el cofre dorado en llamas surgía una figura imponente: cuernos, alas negras y ojos rojos como brasas. Era un demonio del infierno.

    —¿Creíste que sería fácil, muchacho? —rugió la criatura—. Este bosque es mío, y todo lo que brilla es mi engaño.

    Rodrigo, herido pero desafiante, levantó su espada y grito.

    —¡Lucharé contra ti!

    El demono rió con un eco que hizo temblar los árboles.

    —No necesito pelear. Solo esperar. Los hombres como tú siempre caen por su orgullo y soberbia.

    En ese momento, desde el camino que Rodrigo había recorrido apareció el viejo que le había advertido en el pueblo. Rodrigo, atónito, vio cómo el demonio se inclinaba ante él.

    —Mi señor —dijo el demonio con voz sumisa.

    El viejo miró a Rodrigo y habló con serenidad:

    —Te lo advertí, joven. Te di la oportunidad de alcanzar grandes tesoros si me hubieras hecho caso en la plaza. El verdadero poder no está en la fuerza, sino en la experiencia. El anciano se transformó en una figura aún más oscura aun, con alas que cubrían el cielo. Rodrigo comprendió que había estado hablando con el verdadero amo del bosque: el viejo Diablo había jugado con su soberbia desde el principio en la plaza del pueblo.

    Con una sonrisa cruel, el anciano-Diablo susurró: Muchacho recuerda que más sabe el diablo por viejo que por diablo y ahora tu ambición y soberbia serán mi tesoro

    Y el bosque se cerró sobre Rodrigo, convirtiéndolo en una sombra más entre los árboles.

    Y dicen los saben que aquellos que se aventuran a caminar por el bosque de las sombras todavía hoy escuchan el lamentar de un joven caballero que repite sin cesar. Más sabe el diablo por viejo que por diablo.

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  • 715. Los eruditos
    Nov 19 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
    elnarradororal@gmail.com


    Habia una vez en una ciudad en medio de la india un congreso sobre la menta El congreso sobre la mente era el evento más esperado del año. Filósofos, psicólogos y neurocientíficos de todas partes del mundo se habían citado en esa ciudad legendaria, famosa por sus bibliotecas y jardines secretos.

    Uno de los trenes que iban a la ciudad del evento salia de el norte de la india y Desde temprano, la estación hervía de actividad: maletines repletos de libros, paraguas negros, murmullos eruditos que parecían conjurar ideas en el aire.

    El tren que los llevaría era un convoy clásico, con vagones verdes y detalles dorados, como salido de otra época. Los eruditos ocuparon un compartimiento exclusivo, con asientos de terciopelo rojo y lámparas de bronce que iluminaban sus rostros pensativos.. El silbato sonó, y el vapor se elevó como un presagio. Afuera, el paisaje otoñal se desplegaba en aquel pais: colinas cubiertas de hojas doradas, ríos serpenteantes y bosques que parecían guardar secretos.

    Apenas se acomodaron el grupo de eruditos comenzaron a entablar una conversación erudita sobre temas eruditos y , comenzó la sinfonía de voces:

    La atención es la llave que abre todas las puertas de la mente —dijo uno, ajustándose las gafas con solemnidad.

    Sin atención, la conciencia se disuelve como humo —añadió otro, golpeando suavemente el brazo del asiento..

    Hay que entrenarla, cultivarla, elevarla hasta lo sublime —sentenció un tercero, con tono casi religioso.

    Y así poco a poco iban discutiendo sobre como la atención era lo que separaba las mentes brillantes de las mentes simples.

    El tren avanzaba con su traqueteo hipnótico. Afuera, la luz del atardecer teñía el mundo de cobre y púrpura. Dentro, el debate se volvía cada vez más apasionado. Citaban filósofos antiguos, experimentos modernos, teorías sobre la percepción. La atmósfera era tan intensa que parecía que el compartimiento vibraba con las ideas.

    Hay que estar tan atentos a todo lo que sucede a nuestro alrededor de manera que ni el vuelo de una mosca pase inadvertido —exclamó uno, levantando el dedo como si dictara una ley universal.

    Pero mientras ellos hablaban, la vía ocultaba un peligro: un tramo corroído por la humedad, invisible bajo la maleza. El maquinista, concentrado, no pudo evitar lo inevitable. Un chirrido metálico rasgó el aire. El convoy tembló, se inclinó, y en un segundo todo se convirtió en caos.

    El tren descarriló con violencia. Los vagones se sacudieron como juguetes, chocando unos contra otros. El compartimiento se llenó de gritos ahogados, maletines volando, cristales estallando. El vagón giró sobre sí mismo, y luego otro golpe, y otro, hasta precipitarse por un barranco profundo. El estruendo se mezclaba con el crujido del hierro retorcido. Finalmente, todo quedó en silencio, roto solo por el goteo de agua y el eco lejano del desastre.

    Dentro del compartimiento, los eruditos yacían amontonados, sus cuerpos entrelazados en una grotesca escultura humana. Algunos con los ojos abiertos, otros con la mirada perdida. Pero lo más insólito era que seguían hablando. Con voz débil, pero firme, continuaban:

    Lo esencial es la atención... la atención plena... —murmuraba uno, con la frente ensangrentada.

    Hay que elevar el umbral de atencion... no distraerse jamás... —susurraba otro, sin notar que su brazo colgaba inerte.

    Ignoraban el accidente. Ignoraban la muerte que los rodeaba. En su obsesión por la atención, no habían percibido lo más evidente: el fin de su propio viaje.

    El sol ya se había ocultado cuando el equipo de rescate llegó al barranco. La no

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    8 minutos
  • 714. El ahogado mas hermoso del mundo (Gabriel Garcia Marquez)
    Nov 17 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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